sábado, 14 de febrero de 2009

37 - JIT : Reflexiones y anécdotas.

De mi paso por JIT guardo numerosas anécdotas, muchas de las cuales no me hubieran podido ocurrir en AC nunca. Por ello estas situaciones me sorprendieron a menudo y superaban mi capacidad de sorpresa. Ya comenté al principio de hablar de JIT que había muchas diferencias con AC. Buena parte de estas diferencias radicaban en las personas, cuyos perfiles e idiosincrasia eran muy diferentes, por cuestiones de formación, educación, “background” y valores corporativos, tan distintos a los que yo aprendí en AC.

Como suelo hacer, voy a exponer estructuradamente estas anécdotas (en parte reflexiones), las cuales, como creo que era Gila quien lo decía, son "virídicas" :

A. Usuarios muñones.

En todas las empresas hay usuarios muñones, gente poco hábil para el uso de las herramientas informáticas pero cuyo empecinamiento y en ocasiones retorcimiento mental consiguen provocar situaciones (presuntos problemas o errores de “informática”) totalmente inauditas. Todos tenemos historias que contar al respecto, algunas corren ya como leyendas urbanas por los entornos “informáticos”. Pues bien, la usuaria muñona por excelencia en JIT era Mrs.Candy. Y lo era porque su nivel de “muñonería” era apalancado con su prepotencia y su engreimiento del tipo de yo-nunca-me-equivoco. Así que recuerde éstas son algunas de las situaciones inauditas a las que me permitió asistir :

a) Una vez tuve que acudir personalmente a resolver un problema de Mrs. Candy a petición y exigencia de Mr. Onelaw (de película, vamos, me pude imaginar la conversación telefónica entre ambos). Acudí y su "enorme" problema era que se le “había roto el portátil, que no arrancaba y que claro, era porque esos portátiles que les habíamos comprado los de Sistemas eran una m...erda, y que ya lo dijo ella, que conocía unos mucho mejores que le había recomendado su amiga Pili”. Todo eso con mucha prepotencia, voz en grito y haciendo ruido para hacerse notar. Tras mirar un rato el portátil, que efectivamente no encendía, lo levanté y noté que pesaba poco. Le pregunté que dónde estaba la batería, y me dijo que esa cosa tan pesada la había dejado en casa para que no le pesara tanto el maletín. Le pregunté por el cable de alimentación y me dijo que estaba con la batería. Salí de su despacho y mandé un correo a todos los directores recordando la importancia de no olvidarse la batería en casa, correo en el que puse toda mi ironía, mordacidad y hasta mala leche. Me quedó bordado.

b) En una reunión de Comité de Dirección, Mrs.Candy traía una exigencia importantísima y fundamental para que su equipo trabajara adecuadamente. “Yuki, ¿a qué esperas para comprar filtros de pantalla para los monitores, al menos para los de Comercial?”. Tuve que explicarle que los filtros de pantalla que se pegaban con velcro a los monitores dejaron de usarse hace años dado que los monitores actuales venían con filtro incorporado, de serie, vamos. Arrugó la nariz y hábilmente cambió de tema. Me faltó decirle que si quería el próximo domingo nos íbamos al Rastro a ver si podíamos conseguir unos cuantos en las almonedas.

c) En otra reunión de Comité de Dirección trajo una nueva exigencia. Necesitaba que pusiéramos “un canuto muy gordo para trabajar”. Los demás directores la miramos inquisitivamente y ella comprendió nuestras miradas y se explicó. Quería una línea de comunicación dedicada con el servidor que tuviera un ancho de banda como el de la empresa de una amiga suya que tenía “20 megas” (o una cifra similar) de capacidad. La empresa en cuestión era Telefónica. Le argumenté las pequeñas diferencia existentes entre Telefónica y JIT a múltiples niveles que desaconsejaban la necesidad de semejante caudal de datos (estábamos en el año 2001) atendiendo a un análisis coste-beneficio básico. Posteriormente, ya fuera de la reunión, le envié un correo con copia a Mr. Onelaw, con los costes de instalación, mantenimiento y consumo de una línea como la que ella reclamaba. Reforcé mis argumentos considerando que la necesidad de tamaña capacidad de datos era puntual (una vez cada mes más o menos), cuando su equipo se dedicaba a actualizar el catálogo de productos en la página web. Necesitaba que los datos fueran más rápidos en llegar para que su equipo no tuviera que salir tarde de trabajar ese día. Le aconsejé que analizara sus métodos de trabajo y organización de tareas en su equipo para dar solución a esta dificultad (salir 2 horas más tarde un día al mes) en vez de “matar moscas a cañonazos”. Mr. Onelaw contestó el correo diciendo que nos olvidáramos de montar “ese canuto tan gordo”.

d) Otra mañana Mrs. Candy me vio pasar por la puerta de su despacho y me llamó para que le echara un ojo a su portátil porque “se le estaba borrando la pantalla”. Conforme me acerqué a ver lo que ocurría me lancé a desconectarlo de la red y le pregunté por sus últimos movimientos con el portátil. Me dijo que había abierto un correo “muy importante” y que justo después de eso comenzó a ocurrir todo. Tras insistir varias veces en que me enseñara ese correo (se negaba al principio alegando que era “confidencial”), pude ver que la confidencialidad residía en la estupidez de un correo “chorra” que le habían mandado (ella desconocía el remitente) con un ejecutable para que lo abriera (“mira qué guapo estoy en esta foto” o algo similar), el cual, cómo no, abrió. Era un virus. Se saltó el antivirus instalado en el portátil pero afortunadamente lo detectó el antivirus de la red. Le expliqué la conveniencia de no abrir correos ni ficheros cuyo origen fuera dudoso, como era el caso. Le puse el ejemplo de no aceptar caramelos de desconocidos, que le contaban a los niños. Prometí no comentar a mucha gente lo que había ocurrido. Ahora mismo estoy incumpliendo mi promesa.

B. Las conversaciones de café.

En todas las empresas hay una zona o habitación con máquinas de café y bollos donde tienen lugar las conversaciones más jugosas e interesantes de los empleados. Dotar de micrófonos y cámaras dichas salas para grabar lo que acontece sería información privilegiada para la Dirección de la compañía (además de ilegal, claro). En AC había zonas así y un café cuyo sabor aún tengo memorizado en la corteza cerebral. Las conversaciones que tenían lugar eran las típicas : que si las vacaciones, que si el coche nuevo que se ha comprado Rebollo, que si el cabrón del jefe me tiene atosigado, que si las nóminas este mes traen el IRPF mal, .... En JIT teníamos también zonas para tomar café. Pero aquí, he de decirlo, las conversaciones era mucho más pintorescas, mucho más interesantes antropológicamente. Por ejemplo, Mr. Bombo solía repetir tema : las veces que había conjugado el verbo “tirar” en su forma reflexiva durante su estancia de Erasmus en no sé qué país donde conoció a no sé cuántas estudiantes (los niveles de detalle que alcanzaba en sus descripciones eran pura pornografía, un hilillo de baba le caía por la comisura); con Mrs. Candy y con Mr. Onelaw no recuerdo haber compartido esos momentos de camaradería en zonas comunes de ocio. Recuerdo también a un chaval de Marketing (titulado superior e hijo de buena familia, como diría mi abuela) que en una de esas conversaciones llegó a hacer afirmaciones del tipo : “yo a los negros y a los maricones los ahorcaría a todos”. Cuando los demás nos reímos por su comentario bestia él mantuvo la seriedad y redundó : “lo estoy diciendo completamente en serio, son la escoria de este país”. Era su opinión, totalmente respetable (¿o no?), pero, como dijo aquél, “¡joder, qué tropa!”. Yo entiendo que tuviera estos planteamientos hitlerianos ya que era alguien superior a los demás, el verdadero prototipo de la raza blanca : rozaba la excelencia en los cánones físicos e intelectuales.

Estos momentos de café resultaron entrañables. Eran momentos donde a muchos se les caía la careta. Cada vez que veo el programa “Camera café” no puedo evitar evocar algunos de estos recuerdos.

C. Los excesos de Marketing.

Algo que tengo que agradecer a JIT es barnizarme un poco con la culturilla del mundo de la publicidad y del marketing. Ya he comentado en alguna ocasión los gastos en ocasiones suntuarios que acometía esta dirección, los cuales me parecían totalmente desorbitados. Algunas mañanas veía a Mrs. Candy reunirse con chicos de aspecto bohemio, con bufandas, vaqueros, gorras y barba de tres días que entraban con grandes carpetones bajo el brazo. Eran los creativos, los que diseñaban los proyectos de “naming”, de desarrollo del “branding”, los que dibujaban logotipos, los que diseñaban las campañas. Luego estaban los técnicos y responsables de campaña, que manejaban mucho Excel y mucho Powerpoint para llenarlo con porcentajes de OTS, de GRPs, de huecos de parrilla, de targets, estrategia del plan de medios y, sobre todo, de números muchos ceros acompañando a la abreviatura “ptas.” en el apartado “presupuesto”. (Se oye mucho el tópico de que los consultores venden humo, pero, con perdón si ofendo a alguien, los creativos publicitarios a veces venden una tibia bruma; pero eso sí, muy bonita).

Cada catálogo, cada acción promocional, cada tarjeta “postal free”, cada presencia comercial con azafatas, cada “display”, cada “encarte”, (para dudas consultar aquí ), etc... cada acción de ésas se valoraban en múltiplos de 10 millones de pesetas. Si con herramientas de contabilidad analítica se hubiera podido hacer una análisis de costes por departamento y la aportación a la cuenta de resultados, el departamento de Marketing hubiera ocupado el primer puesto en el ranking, tanto en el de puro gasto, como en el de rentabilidad del gasto (pero aquí ranking en sentido contrario, el primero el menos rentable).

Yo no soy un experto en estas cuestiones, pero me permito cuestionar que semejantes niveles de gasto estuvieran justificados, y más aún cuando ya con las primeras acciones comerciales se pudo comprobar que la respuesta era muy reducida y la eficacia de la campaña casi nula. Habría que haber cambiado las estrategias, los proveedores y probablemente hasta la dirección de Marketing. Si a cada unidad de producto que se vendía se le imputara el coste proporcional asociado de marketing y publicidad, habría que multiplicar por diez el precio de venta para lograr algo de margen. Ya sé que es por mi ignorancia, pero no lo entiendo.

D. Fenómenos paranormales en la oficina.

Aquí recuerdo situaciones que me resultaron sorprendentes e inauditas en mi historia profesional hasta ese momento. Eran situaciones inconcebibles en una empresa seria. Una fue la inexplicable desaparición de un ordenador durante un traslado de material informático entre JIT y las oficinas de uno de los inversores. Para empezar ese traslado lo hicieron sin mi consentimiento, en mi ausencia, con alevosía y premeditación. Cuando me lo contaron no daba crédito. Se habían presentado en la oficina y se habían llevado porque sí cinco ordenadores (en desuso en ese momento). Nadie comprobó cuántos equipos salieron, nadie comprobó quiénes eran los señores que se los llevaron, nadie me comunicó nada ni me pidió autorización, nadie consideró que la presencia de alguien de Sistemas era deseable. Cuando hablé con mi colega en la otra empresa (si llegara a saber que en un momento dado mantuve una entrevista con su jefe como candidato a ocupar su puesto, no daría crédito : tenía los días contados por aquella época) para comentar lo sucedido, me pidió disculpas y me aseguró que los cuatro equipos habían llegado en perfecto estado y me facilitó los códigos de inventario de material. ¿Cuatro? “Perdona, pero son cinco los equipos que se han llevado”. Que cuatro, que cinco, que cuatro, que cinco. ¿Dónde estaba el quinto equipo? A fecha de hoy todavía nadie lo sabe. La otra empresa asumió la pérdida del equipo y quiso dar carpetazo al asunto. Alguien lo habrá disfrutado en su casa algunos años para que jugaran sus niños. Mi jefe me dijo que olvidara el tema y así lo hice. Al fin y al cabo un equipo tampoco supone mucho, pero el valor simbólico de cómo funcionaban las cosas sí que era muy alto.

La segunda situación que recuerdo estuvo relacionada también con la apropiación indebida de material informático. El gestor que nos llevaba las nóminas y los contratos (servicio externalizado) nos pidió un ordenador de forma temporal para generar las nóminas por no sé qué problemas que había tenido en su oficina y con el fin de evitar retrasos en los pagos a los empleados de JIT. Así se hizo por mandato desde arriba y en contra de mi voluntad. Se llevó un equipo. Un año después todavía tenía el equipo en sus oficinas bajo el pretexto de que le habían instalado unos programas que usaban muy a menudo. Me harté de reclamar ese equipo pero a nadie parecía importarle mucho. Se convirtió en una cuestión casi personal. Me costó, pero al final lo conseguí. El catálogo de excusas que pude oír para alargar la fecha de devolución del equipo era amplísimo. Estaba claro, quería apropiárselo, quizá aduciendo derechos de ocupación).

Otra situación insólita tuvo lugar a la hora de adquirir los vehículos de empresa que nos asignaban a cada director. Las condiciones iniciales estaban claras y así se nos comunicaron oficialmente : sólo berlinas diésel de las marcas Audi o BMW acordes con el presupuesto indicado. Recuerdo que pregunté si era posible optar por un motor de gasolina o un modelo Coupé. La respuesta tajante fue “no”. Mrs. Candy me escuchó hablar de “coupé” y me preguntó a qué me refería. Y le enseñé la foto del coche que yo tenía en mente. “Muy bonito”, dijo. Al día siguiente recibíamos un correo indicándonos que podíamos optar por modelos en gasolina y por modelos deportivos. La razón, como luego se supo : que Mrs. Candy se había encaprichado del coche que yo le enseñé en la foto (“eso sí, pero el mío en azul que es mucho más bonito”) y le había “comido la oreja” a Mr. Onelaw para que le dejara elegir uno así. Gracias a eso yo elegí también el coche que quería. Creo que es el único favor que me hizo Mrs. Candy (efecto colateral más bien). Ahora reflexiono sobre esta situación y me parece poco seria y hasta ridícula, pero así ocurrió. Tales eran los “key drivers” para la toma de decisiones en la compañía.

Todas estas situaciones de chanchulleo, de marrulleo, de compadreo y en definitiva, de poca seriedad, me dejaban claro que JIT no tenía un espíritu corporativo parecido al que yo conocía de mis años previos. Era una cultura de empresa un poco “choni”.