lunes, 30 de marzo de 2009

39 - Llega Mr. Wolf, el liquidador (penúltimo capítulo).


Un día, cuya fecha desconozco, de 2002 (sería marzo o abril) llamó a la puerta Mr. Wolf. Era un empleado de una de las empresas inversoras de JIT designado por el Consejo para hacer desaparecer a JIT. Era, por tanto, el liquidador. Mr. Wolf era "controller" en su empresa y estaba, por tanto, especializado en atar corto a los que gastan mucho y procurar que la pasta no se vaya por el desagüe. Por tanto, al igual que Mr. Wolf en Pulp Fiction había llegado para solucionar problemas : limpiar la sangre, esconder los cadáveres, borrar las huellas, ocultar a los asesinos, ... Había sido designado por el Consejo para acometer la liquidación y el derribo de JIT, una vez que las oportunidades exploradas para mantener a flote la empresa habían sido desechadas. Era una persona en sus cincuenta, adusto, enjuto, con mirada penetrante y un aire de estar acostumbrado a actuar por libre, bajo criterios propios y con las ideas muy claras. En definitiva, era lo que se llama un "perro viejo" en lo suyo. Y tras sus gafas miopes y sus canas escondía el plan que tenía previsto para JIT y para la tripulación que todavía quedaba a bordo, entre ellos yo.

Así que Mr. Wolf acampó en JIT, tomó posesión de su cargo y comenzó su tarea, una especie de “Due diligence” pero interna : qué había en JIT, qué tenía valor y qué no, qué hacer con el personal, qué con los contratos en vigor, cómo negociar las cláusulas de rescisión que hubiera en ellos, temas fiscales, mercantiles, administrativos y jurídicos varios. En definitiva, cómo dar un funeral digno al muerto. Todavía no estaba claro si se le quería incinerar o dar sepultura. Lo que estaba claro es que nadie rezaría un responso por el eterno descanso de su alma y que no sonaría el "Réquiem de Mozart" de fondo (JIT no estaba a la altura de Chopin o de Beethoven para ser enterrado de esta forma)...."Confutatis maledictis,flammis acribus addictis" (fragmento elegido con toda mi intención, yo no doy puntada sin hilo).

Coincidiendo con la llegada de Mr. Wolf, Mr. Bombo presentó su dimisión, porque se aburría de no hacer nada (todavía menos de lo que normalmente hacía) y había logrado que le abrieran las puertas en la empresa de la que vino al incorporarse a JIT. (De hecho, imagino que la llegada de Mr. Wolf estaba unida a la salida de Mr. Bombo). Así que negoció con el Consejo su salida, y lo hizo muy bien, porque entre otras cosas consiguió que le pagaran el variable correspondiente al año 2001 : unos 30.000 euritos, por no haber hecho nada o en todo caso contribuir al fracaso de JIT. Teniendo en cuenta que al ser baja voluntaria no tenía derecho a la indemnización por despido pactada en contrato, pues algo trató de llevarse. A cambio prometió máxima colaboración para concluir la liquidación de JIT aun cuando ya estuviera trabajando en su antigua empresa. Así que Mr. Bombo se marchó, despidiéndose de todos nosotros, deseándonos lo mejor y tendiéndonos una mano para ayudarnos en lo que fuera (bla bla bla bla). Lo que no nos comentó es que al regresar a su antigua empresa no se llevaba con él al contable de JIT, al que se había traído cuando vino. De hecho, ya sin Mr. Bombo, el contable vino a llorarme un día, contándome lo “c...brón” que había sido Mr. Bombo al haberlo dejado tirado y no haberse preocupado de buscarle un hueco en la que también era su antigua empresa, tan íntimos que eran, tan compañeros de juergas, tan..... falsos!!! Al poco tiempo, este contable encontró un puesto de trabajo como director financiero en no sé qué chiringuito y dejó JIT igualmente. Poco a poco cada vez éramos menos en la empresa.

Por tanto, tenía nuevo jefe, puesto que de alguna forma tenía que considerarlo así. Mr. Wolf desembarcó y comenzó su labor. Para ello se trajo a su lugarteniente, un contable que se iba a encargar específicamente de los temas financieros y legales, casi como un auditor.

Una de las primeras cosas que hizo este lugarteniente fue imprimir un inventario de inmovilizado y activos que figuraban en la contabilidad para verificar físicamente su existencia real en JIT. De ese listado salieron algunas muestras de la calidad de la gestión contable que se había realizado en JIT : figuraban como activos (y como inversión, por tanto) conceptos que eran puro gasto, y al revés, gastos que habían sido activados como inmovilizado. Por ejemplo, la reparación de un servidor era una inversión (amortización de los gastos, el no-va-más en contabilidad) y la compra de un disco RAID un gasto. Para habernos matado, vamos. Así que de paso, antes de enterrar al muerto, pusimos sus asuntos en orden y se asignaron como activos lo que realmente lo eran y como gastos lo correspondiente. Un hurra por el contable de JIT, lugarteniente de Mr. Bombo, del que he hablado antes y que por esta época ya había dejado la empresa.

Hubo que hacer también una ronda con proveedores (yo me encargué de los que me competían) para comunicarles el cierre del negocio y acordar con ellos cómo cancelar los contratos en curso. En algunos casos hubo que recurrir casi a la amenaza para evitar que aplicaran cláusulas de indemnización por rescisión de contrato que estaban pactadas. La amenaza consistía en contarles que si aplicaban la cláusula y nos reclamaban ese dinero, llamaríamos a “nuestro primo de Zumosol” (los inversores de JIT, que eran, y son, grandes -de tamaño, no de grandeza-empresas con las que, a su vez, tenían también contratos de servicio o producto). Así que se avinieron a lo reclamado y no aplicaron penalización alguna.

A pesar de lo desolador que era acudir a la oficina a diario para encontrarse con un yermo estéril, esta etapa me resultó interesante e ilustrativa en cuanto a cómo acometer la liquidación y cierre de una empresa, los aspectos a desarrollar, los puntos a tener en cuenta, cómo evitar que te "la cuelen por debajo del baby", ....

Otra aspecto que se realizó fue la liquidación de los inmovilizados de la empresa, desde el mobiliario de oficina hasta los equipos informáticos. Esta última parte recayó en mí, que tuve que encontrar la mejor oferta de recompra para los mismos. Esto era algo que nunca había hecho y me sorprendió ver cómo se devaluaban los equipos informáticos en el mercado de segunda mano. No tiene nada que ver con vender un coche. Un maquinón host que había costado más de 30 millones (de pesetas de la época, claro) hacía poco más de 2 años ahora nos lo recompraban por un 10% de dicho precio en el mejor de los casos. Era inútil negociar al alza, tal era el mercado y así funcionaba. Sinceramente quedé asombrado. Pues de esos “maquinones” teníamos cuatro a revender, además de varios servidores y resto de elementos de hardware y comunicaciones. La parte menuda de todo se trasladó a un almacén para que los departamentos informáticos de las empresas inversoras de JIT los usaran según sus necesidades. La parte gruesa de máquinas se terminó malvendiendo por un precio irrisorio. Vamos, que si yo fuera un “geek”, lo podría haber comprado a ese precio y haberme montado un CPD en casa para no aburrirme mientras estaba en el paro buscando trabajo (como sería mi futuro inmediato).

Otro asunto que recayó en mí era qué hacer con la página web, la tienda on-line y el dominio de JIT. En este punto me resultó anecdótico comprobar a qué se dedica a veces un consejero y cómo se devana los sesos. Como la tienda dejaba de funcionar, había que mostrar un aviso a la entrada de la página que informara de por qué se había interrumpido el servicio de JIT. Pues bien, la redacción de ese texto supuso el intercambio de no menos de diez correos electrónicos para depurar al máximo lo que se iba a decir. La cadena la inicié yo con una propuesta de texto (que no recuerdo ahora) y la envié a Mr. Wolf. Éste la envió a un consejero, éste a otro, éste a Mr. Vito, éste de vuelta al primer consejero, éste de vuelta a Mr. Wolf, ........ y así en una cadena casi de “spam” hasta que se consiguió cerrar el texto. Era la primera vez que veía trabajar tan concienzudamente a un consejero, y, sobre todo, para algo tan “estratégico”. Resultaba divertido calcular cuánto había costado elaborar ese texto, sumando la parte proporcional de los salarios de todos los involucrados en función del tiempo dedicado. Casi mejor y más barato que se lo hubiéramos contratado a unos publicistas, esos chicos tan majos. Seguro que Mrs. Candy nos podría haber recomendado a alguno. El resultado final de tanta pericia intelectual y tanta creatividad fue : “Lamentamos no poder atenderle en este momento. En JIT estamos trabajando con el fin de mejorar el servicio a nuestros clientes. Gracias por su interés”. Lo curioso de todo es que ese mensaje era una gran mentira, y que lo que tenía que decir es “Cerrado por defunción”.

Así, poco a poco, se fueron cerrando temas, cortando suministros, servicios, cancelando contratos, pagando facturas pendientes y poniendo fecha tope a la ocupación de la oficina, que era de alquiler, y que en algún momento tendríamos que vaciar.

Pero uno de los aspectos más importantes a tratar era qué hacer con el personal que seguía (seguíamos) trabajando para JIT, los pocos que ya quedábamos. Mr. Wolf nos fue preguntando uno a uno qué planes teníamos, si teníamos algo a la vista, si queríamos intentar entrar en alguna de las empresas inversoras de JIT, o si nos interesaba que nos despidieran ya. En cualquier caso en menos de un mes ya estaría todo el chiringuito cerrado y todos los empleados fuera de él (estábamos en abril de 2002). De esta ronda de contactos con los empleados que quedábamos, mi turno fue un episodio algo especial. En aquel momento era el único director en JIT, todos los demás habían desfilado o habían sido desfilados (el director de Operaciones también se largó porque había encontrado un puesto de trabajo interesante, que prefería a estar contando telarañas en JIT), por tanto el único con un contrato de alta dirección cuyas cláusulas eran a tener muy en cuenta. Así que un día Mr. Wolf me convocó a su despacho para tratar sobre “mi tema”, y allí acudí, con algunos papeles bajo el brazo.

Cuando entré en el despacho, el antiguo de Mr. Bombo, me encontré no sólo a Mr. Wolf, sino al mismísmo Mr. Bombo, que había venido a hacernos una visita. Su cara cuando nos miramos ya lo decía todo : ésa no era una situación cómoda para él, pero como se había comprometido a colaborar a cambio de la pasta que cobró, pues allí estaba para tratar “mi tema”.

Tomé asiento y me enfrenté visualmente con los dos, esperando que dispararan ellos primero. Mr. Wolf introdujo la cuestión : “tenemos que tratar tu salida de JIT, ver las fechas y acordar los términos”. A continuación habló Mr. Bombo : “queremos tratar de llegar al mejor acuerdo para ambas partes, aunque yo ya no pertenezco a JIT pero me comprometí a colaborar con Mr. Wolf a ir cerrando temas importantes”. A continuación Mr. Wolf (por un momento, parecía la típica escena de poli-bueno-poli-malo) : “ya sabes que JIT no anda bien financieramente, que tenemos que cerrar el negocio para falta de liquidez y de cifra de ventas, que los inversores han salido muy perjudicados con esta inversión malograda aunque quieren procurar que los empleados de JIT no salgan perjudicados, ........ (conforme me soltaba el rollo ya veía venir la patata caliente que quería soltar)..... Tenemos que ver cómo resolver tu contrato y te hemos llamado para que negociemos tu salida teniendo en cuenta que JIT no cuenta no dinero suficiente ahora mismo para a lo mejor abordar tu cláusula de blindaje (¡tachán!). Así que hemos pensado en negociar contigo una cifra a la baja que conste de tu indemnización legal por despido más un plus de un par de meses de sueldo (yo tenía un blindaje de un año de sueldo en contrato). ¿Qué opinas, cómo lo ves?”.

Mr. Bombo evitaba mirarme a la cara, abochornado. Ahora era mi turno de palabra. Sin cambiar el gesto, ni manifestar sorpresa ni indignación, afirmé (y lo recuerdo casi literalmente) : “Mira, Mr. Wolf, yo ya negocié mi salida con vosotros”. “¿Cuándo?”, me preguntó Mr. Wolf algo descolocado. “Cuando firmé mi contrato de trabajo el día que me incorporé a JIT. Y no estoy dispuesto a negociar nada más. Yo quiero lo que me corresponde porque así se pactó y todos estábamos de acuerdo. JIT no se cierra por falta de dinero, sino por falta de entusiasmo de los inversores para seguir con un negocio que no da los frutos previstos. Dinero hay, si no en JIT, lo hay en sus inversores. Así que no voy a negociar nada más, y menos cuando aquí todo el mundo se ha ido con la pasta bajo el brazo, bien por indemnización por despido o bien cobrando su variable (Mr. Bombo tragó saliva cuando dije esto), y yo no voy a ser menos. Si no estáis de acuerdo, nos vemos en el S.M.A.C. (en ese momento saqué un documento de la carpeta que llevaba conmigo), ya tengo redactada la papeleta de conciliación, por si es necesario que vayamos al arbitraje”.

Mr. Wolf intercambió miradas con Mr. Bombo y tras pensar unos segundos cerró el tema : “Perfecto, queda muy clara tu posición y así se la transmitiré al Consejo. No te preocupes, que tendrás tu indemnización tal cual figura en el contrato. A cambio (siempre hay un “a cambio”) te pido que te quedes en JIT hasta el último momento y que me ayudes a cerrar todo”. Le dije que de acuerdo y me comprometí a quedarme hasta el final. Yo sería el último de “el último que cierre al salir”.

Salí del despacho con la adrenalina un pelín subida de nivel, pero satisfecho. Ya había previsto esa jugada y había preparado el terreno para ver cómo actuar en caso de que se produjera esa situación, como así fue. Pero ahí no acabó el episodio. A los pocos minutos recibí una llamada al móvil. Era Mr. Bombo, que me citaba en una cafetería cercana a la oficina para hablar conmigo, pidiéndome máxima discreción. Acudí con mucha curiosidad y casi de camuflaje, como en las mejores películas de espías. Mr. Bombo me citaba para, de alguna forma, disculparse por la bochornosa situación en la que había participado. Me dijo que no tenía otro remedio que hacer el paripé y acudir cada vez que lo llamaban para temas de JIT, pero que él estaba conmigo. Me felicitó por cómo había defendido mi posición y me animó a no ceder ni un ápice en los términos del despido, por si acaso intentaban negociar conmigo otra vez. Me comentó que dinero había de sobra, que acababan de ampliar la línea de crédito de JIT para solventar los temas finales y que en ello estaba contemplado pagarme el blindaje. Gratamente sorprendido, le di las gracias por haberme hablado tan claro y le invité al café. Nunca más le he vuelto a ver desde ese día. Supongo que seguirá controlando la gestión de esa empresa de medios de comunicación a la que regresó. Mi relación con él nunca fue muy buena, mi valoración de su actitud profesional tampoco (y más cuando tenía aptitudes), pero no deja de tener su gracia que su despedida de mí fuera el mejor momento que me había otorgado hasta entonces, que hiciera lo que hizo cuando no tenía por qué hacerlo, puesto que podía haber obviado darme cualquier explicación, y, sin embargo, me la dio. “Cosas veredes, amigo Sancho” (frase que parece ser que no existe en El Quijote, aunque, cual “hoax” informático , circula en la sabiduría popular como que sí).

Todo lo ocurrido me hizo considerar que la reunión para negociar conmigo mi salida había sido tan sólo un intento por si acaso sonaba la flauta y yo entraba al trapo, pero que JIT tenía asumido que iban a cumplir con mi contrato. Igual fue Mr. Wolf el que convocó esa reunión, sin que nadie se lo dijera : "dejadme ver si lo convenzo, por si acaso". Pero no me convencieron y rápidamente Mr. Wolf cerró el tema para no perder más tiempo y dedicarse a lo que era su objetivo : cerrar JIT.

Y a eso continuamos dedicándonos las siguientes semanas. "30 de mayo" sería parte del texto que se escupiría en la lápida : "JIT. Julio-2000 - 30 de Mayo 2002. Tus inversores te olvidan. Tus empleados te recuerdan".

domingo, 15 de marzo de 2009

38 - Crónica de una muerte anunciada.


Corría el año 2001 y JIT intentaba hacer realidad esa andadura que el “Business Plan” prometía tan exitosa. Ya operábamos en la capital con tres almacenes de reparto, pero los teléfonos y la página web bostezaban a la espera de nuevos pedidos. Uno de los comportamientos más habituales esos días era preguntar al inicio de la jornada casi como un mantra : “¿Cuántos?”. Esta pregunta, que realizaban muchos de los empleados de JIT, se refería al número total de pedidos que habían entrado el día anterior. Pero la respuesta de cada día dibujaba una media muy por debajo de los previstos. “Es cuestión de tiempo, hay que esperar a que la publicidad tenga efecto”, afirmaba casi consolándose Mrs. Candy. Pero los inversores y los consejeros comenzaban a ponerse nerviosos. No estaban dispuestos a que su dinero invertido les rindiera tan poco, esto es, no les rindiera nada, sino que tuvieran pérdidas.

Yo, por mi parte, vivía esa mi vida nueva. Tras el arranque inicial, esos meses entrábamos en un estado estacionario donde el día a día consistía en asegurarse de que todo el área de Sistemas funcionaba adecuadamente a la vez que avanzar en el perfeccionamiento del modelo y de la función de este departamento : el ya comentado Plan de Sistemas, las normativas y procedimientos, la renovación de proveedores, etc... Mi horario de trabajo era “reducido” si lo comparamos con el que un par de años atrás tenía : ahora echaba unas 9-10 horas al día, convenientemente repartidas por mí mismo. Es decir, entraba a una hora cómoda (hay que evitar el atasco, teniendo en cuenta además que tardaba diez minutos en llegar desde mi casa), la hora de la comida me permitía regresar a casa y, lo confieso, algunos días echarme una pequeña siesta, luego regresaba a la jornada de tarde unas cuatro horas más. Reuniones, comités, visitas, análisis, revisión de entornos, resolución de incidencias, elaboración de documentos, perfeccionamiento de mis “Excel mutantes” particulares para el seguimiento del día a día, etc. El día a día era bonito, interesante, intenso; pero el futuro comenzaba a ser incierto.

Mientras tanto se analizaba la expansión geográfica prevista : Barcelona. Aunque al principio los inversores llegaron a cuestionar dar este paso, a la vista de los resultados que se iban obteniendo, se les llegó a convencer con el argumento de que había que probar el modelo de negocio en todas sus dimensiones, lo que incluía la operatividad en otros escenarios geográficos. Así que finalmente se decidió abrir en la nueva ciudad. Eso supuso algunos viajes a Barcelona para supervisar la infraestructura operativa de los almacenes, asegurar que las aplicaciones funcionarían correctamente, ampliar la campaña publicitaria a dicha ciudad y llenar los almacenes. Y Barcelona abrió dando resultados similares a los de Madrid.

Pero casi al mismo tiempo se cerró un almacén en Madrid. Nos expandíamos y al mismo tiempo reducíamos infraestructura.

Teníamos clientes, teníamos pedidos, realizábamos entregas de acuerdo con lo prometido. Pero no eran suficientes. Los teléfonos sonaban muy poco. La web enviaba pocos pedidos al almacén. Los repartidores se cruzaban de brazos la mayor parte del día. El pesimismo poco a poco comenzó a ser un compañero más de trabajo en la oficina. Mr. Onelaw y Mrs. Candy comenzaban tímidamente a ponerse nerviosos. El temido "punto de equilibrio" ("breakeven point") quedaba todavía muy lejos. Se revisaron los planes de medios, las inversiones publicitarias, el enfoque publicitario, los costes. Se prepararon nuevos catálogos, con nuevos productos, con nuevas campañas publicitarias. Se aprobaron nuevos gastos, más gastos. Y la cuenta de resultados se resentía cada vez más.

Poco a poco surgieron nuevas iniciativas de diversificación del negocio para aumentar los ingresos y amortizar las inversiones : alianzas y acuerdos con otras empresas buscando sinergias en la red de transporte, en la presencia web en portales y grandes corporaciones de la web, incluyendo JIT como tienda on-line en otros agregadores de tiendas, etc.... En esas iniciativas era necesario realizar un aporte de ideas y se realizó un "brainstorming" entre todos los empleados. No obstante, muchas de dichas ideas fueron desestimadas, sin ni siquiera ser consideradas. El triunvirato, embebido de vanidad y ciego de poder, se alzaba con la exclusividad de los conocimientos del negocio. Esta era una de las características diferenciales que encontré en JIT y que no existían en AC : no se permitían equipos multidisciplinares con aportaciones interdepartamentales de ideas y opiniones. Si yo era de Sistemas, sólo podía saber y opinar de sistemas y de nada servían mis diez años de experiencia en el sector de la distribución comercial y mi conocimientos de dichas áreas de negocio. ¿Qué iba a saber un ex-consultor de logística, de operaciones, de diseño web, de requerimientos del consumidor final, de niveles de servicio, etc...?

(Esa división estanca en departamentos es una lacra que aún persiste en muchas empresas y una de las causas de pérdida de productividad y eficacia, la orientación a funciones y no a procesos de los organigramas, la gestión y la cultura corporativa de las mismas. Concebir a la empresa como un agregado de nichos de poder estancos donde no se permite la aportación y la interacción entre empleados de distintos departamentos y donde incluso se libran guerras de poder con estrategias insidiosas, zancadillas y obstáculos).

Pero las cifras no cuadraban. Al mismo tiempo veíamos cómo la crisis de las puntocom hacía estragos. El caso más célebre que recuerdo era Ecuality que ya a finales del 2000 había suspendido pagos. La burbuja tecnológica había explotado y las acciones de Terra estaban a punto de desplomarse desde lo alto del rascacielos de humo sobre las que se posaban en la Bolsa ( futuro R.I.P.) para morir en esa caída y desaparecer del mercado bursátil.
Había transcurrido 2001 en una enconada batalla por dar salida a JIT, pero los resultados no eran buenos. Un año intenso intentando un imposible.

A finales de 2001 uno de los hitos interesantes en JIT fue la adaptación al Euro. La Navidad de ese año lanzamos los procesos previstos que realizaba la adaptación de los sistemas y la conversión de las bases de datos (básicamente dividir por 166,386 con redondeo a dos decimales en los campos de importe y precio, permitidme que lo simplifique tanto). No fue algo difícil ni complicado, como se puede imaginar, así que el 1 de enero de 2002 ya trabajábamos en euros.

La verdad es que no recuerdo muy bien la cronología de los hechos que fueron sucediendo a partir de este momento, ya iniciado el 2002. Los voy a relatar de forma algo confusa, mezclando unos y otros, anteponiendo en el tiempo unos que en realidad pudieron ocurrir posteriormente. No lo recuerdo en detalle, la verdad : son los mecanismos de higiene mental del cerebro, supongo.
En una lucha desesperada por encontrar una salida se iniciaron contactos para ser absorbidos por un enormísimo ente corporativo de este país. Tras firmar un Acuerdo de Confidencialidad y una carta de intenciones para la adquisición total o parcial del negocio de JIT se inició una “Due diligence”. En ella cada uno de los directores colaboramos aportando al documento general que informaba sobre qué era JIT, de qué constaba, cómo funcionaba, cuáles eran sus cifras, su contabilidad, su inventario, su infraestructura, su estructura. En aquellos momentos ésa era la única luz de esperanza que teníamos. Ser absorbidos, si bien en este tipo de procesos siempre sobran empleados, siempre ruedan más cabezas, de lo que éramos conscientes. Se puso ilusión y esfuerzo en elaborar ese documento. Se pusieron esperanzas en esa posible solución para JIT.

Pero ese intento de ser comprados por algún temerario fracasó y las negociaciones no llegaron mucho más allá de un acuerdo previo de colaboración. Había que tomar una decisión. Los consejeros aconsejaban, los inversores colmaban su paciencia a base de frustrar todas sus expectativas.

Una tarde tras una reunión del Consejo, vimos que Mr. Onelaw, que había entrado a la reunión, no salía. Salieron todos, Mr. Vito, los consejeros, la secretaria del Consejo, Mrs. Candy, Mr. Bombo. Pero Mr. Onelaw no. Había salido un rato antes, abandonando la reunión, abandonando la oficina, mientras los demás trabajábamos. Las caras de Mrs. Candy y Mr. Bombo lo decían todo : Mr. Onelaw había sido despedido fulminantemente y Mr. Bombo asumía el puesto de director general en funciones.

Pocas semanas tardó Mrs. Candy en desfilar igualmente por la pasarela del despido. Igual que su jefe, abandonó la oficina casi sin despedirse (me la imagino recordando las felicitaciones que Mr. Vito le realizó unos meses antes elogiando su excelente trabajo y la magnífica campaña de medios que había dirigido y puesto en marcha). Ya iban rodando las primeras cabezas. Sintiéndolo mucho muchos pensábamos que ésas eran las cabezas que tenían que rodar y además en ese orden. Al mismo tiempo concebíamos que certera posibilidad de que las nuestras fueran las siguientes.

Así se inició un proceso irreversible. Sin posibilidades de éxito de ser absorbidos, sin viabilidad para ese "Business Plan" que nos mintió tanto, sin esperanza. Los consejeros y los inversores no tenían intenciones de cubrir la posición que Mrs. Candy había dejado vacante. No tenían intención de continuar con todo esto. Tenían un moribundo y prolongarle la vida era un acto puro de yatrogenia, de encarnizamiento terapéutico. Había que aplicarle cuidados paliativos y proceder a su eutanasia.

No lo recuerdo, pero supongo que en algún momento (probablemente sobre febrero o marzo de 2002) los consejeros tomaron la gran decisión de cerrar el negocio. En algún momento, por tanto, se paralizó la actividad de JIT, se detuve el mecanismo de captación de esos pedidos que nunca llegaban en número suficiente. A partir de ese día acudíamos a nuestros puestos de trabajo para no hacer mucho más que divagar sobre nuestro futuro. Fueron momentos de incertidumbre, de duda, de reuniones casi conspiratorias sobre cómo iban las cosas. Mr. Bombo solía reunirnos a todos los que quedábamos y nos arengaba de alguna forma, nos animaba, o se dedicaba a hacer chistecitos estúpidos con los que intentaba resaltar su lado humano. Recuerdo algunos enfrentamientos personales con él, pero no voy a mencionarlos aquí, son demasiado desagradables.

No sé si algunos de los que leéis estas líneas habéis estado en una situación similar. Acudiendo al puesto de trabajo para no hacer nada, simplemente a la espera de que te digan algo, de que te despidan. Es una situación desagradable. No puedes hacer nada, aportar nada.

El tiempo pasaba. Un día Mr. Bombo, que ahora era el "boss", pidió a todos los empleados de JIT que elaborara su currículum vitae para disponer de todos ellos y procurar buscar salidas opcionales en la estructura de las empresas de los inversores de JIT. De esta forma se encontró una alternativa a no más de diez empleados de JIT, que acabaron integrados en las macroplantillas de dichas empresas. Otros directamente se buscaron trabajo por su cuenta y se despidieron. JIT agonizaba. No obstante, las nóminas se pagaban puntual y correctamente. Seguíamos conduciendo nuestro automóviles de empresa y recibiendo los beneficios fuera de nómina que teníamos asignados.

Yo, por mi parte, también inicié la ronda de “networking” habitual para realizar la prospección adecuada del mercado y comenzar a buscarme un hueco sucesorio en el mismo. Recibí varias ofertas. Todas ellas peor remuneradas que la que tenía en JIT (lo cual era lógico considerando que mi situación en JIT era un tanto privilegiada) y todas ellas suponiendo un incremento en la dedicación en horas de trabajo. Un paso atrás sin duda en mi huida planificada de la “jaula de oro”. Una de ellas me resultó interesante y atrayente, hasta el punto de valorar seriamente marcharme de JIT : me proponían ser Jefe de Desarrollo del departamento de Sistemas de un operador logístico conocido con vistas a sustituir al director de Sistemas que tenían en ese momento y para el que no veían un futuro prometedor (era la segunda vez que me proponían algo así y supongo que es algo muy habitual, entrar desde abajo del organigrama bajo un jefe que tiene los días contados y al que el que te contrata, que es el jefe de tu jefe, tiene previsto que sustituyas a medio plazo). Eso sí, el sueldo se reducía un tercio en el fijo y un 80% en el variable. Pero aún así era una posibilidad interesante que tuve muy en cuenta.

Estaba tranquilo, porque había echado un ojo al mercado y sabía que tenía posibilidades de encontrar un trabajo con relativa facilidad, aunque tuviera que renunciar a mis condiciones en JIT. Así que decidí esperar a ver qué me deparaba el futuro en JIT, ver hasta dónde se estiraba la cuerda. Si finalmente nos compraban, la posibilidad de integrarme en la plantilla del comprador era una opción igualmente interesante. Y, por encima de todo, tenía firmado por contrato un blindaje en caso de despido que me garantizaba el sueldo de un año. Así que decidí esperar.

JIT era ya un cadáver y había que liquidar el negocio. Hablamos más o menos de abril de 2002. Un día llegó Mr. Wolf. Tocó el timbre y le abrimos la puerta de JIT.