sábado, 29 de noviembre de 2008

33 - Y al séptimo descansó : el final en AC.

Fueron seis los clientes en AC, y con cada uno de ellos fui construyendo mi experiencia como consultor. Pero llegó el final.

Como ya he expuesto, llevaba tiempo esperando y buscando la salida de la jaula de oro. Con el quinto cliente toqué fondo y el sexto, sinceramente, contó poco.

Tras las vacaciones de verano, en septiembre de 2000 "la bola echó a andar" e inicié los primeros contactos, las primeras prospecciones, buscando, en definitiva, la puerta de salida.

Y al final encontré la que me permitió abandonar AC. Tras tomar la meditada decisión, comuniqué mi próxima salida de AC a todos los niveles mediante los consabidos Lotus Notes de la época. A algunos les pilló por sorpresa, a otros (más próximos a mí) no. Para AC mi marcha no supuso más que otra más de las que se producían, otro más que alimentaba la rotación de personal tan característica de estas empresas. Dejando los temas importantes cerrados y haciendo el traspaso de poderes a quien correspondiera, las puertas de AC estaban abiertas y yo iba a franquearlas. Tanto ellos como yo sabíamos que mi futuro en AC no estaba garantizado, ni reunía todas las características para ser un elegido para el cielo de los socios ni yo quería reunirlas, sinceramente. Así que si no era ahora en como mucho 3-4 años tendría que irme (¿o no?, pero eso ahora ya da igual claro). Así que me iba ahora. Era mi momento.

En el Lotus Notes (un email, vamos) de despedida titulado “es mi momento” dije cosas como :

“....que "es mi momento" y me toca irme de esta "santa casa"....han sido casi 9 años de "dejarme la piel" y de trabajar, con momentos muy difíciles y momentos muy d.p.m. ( nunca se me olvidarán las "pizzas" en "Los pescateros" o en "Los malteses" a altas horas de la madrugada entre risas y compromiso profesional/personal, o echar los dientes en "Entre aviones y obras de arte" con compañeros excelentes o mi paso por "Los mercaderes no venecianos" donde realmente considero, y perdonad mi arrogancia, creé equipo..... Si de algo les ha valido a los que han trabajado conmigo que yo fuera "el jefe", pues habrá merecido la pena, y a los que me han sufrido, que me perdonen mis ineficiencias/ineficacias,..... los que me conocéis a un nivel personal sabéis cuáles son mis "core values" en esta vida, y buena parte de ellos los he podido encontrar y los he podido poner en práctica en esta empresa a pesar de las dificultades..........lamento no poder disfrutar del nuevo nombre de la firma ni de su futuro inmediato........Y ahora a devolver el portátil, el móvil, a saldar la cuenta de teléfono, a jurar por mi padre que no me quedo con nada de la firma, a hacer el finiquito, a que X (mi mentora) me haga la entrevista de salida ( ve haciéndola ya, no necesitas hablar conmigo para rellenar el formulario, je, je ), a limpiar mi armario, ......“

Eso sí, todo tiene su burocracia : entrevistas de salida, tour departamental para devolver todos los “gadgets” que me disfrazaban de consultor (libros y documentos a Documentación, el portátil y el móvil a Soporte Tecnológico, las “units” de formación -material impreso para formación- que obraran en mi poder a Formación y, finalmente, las tarjetas de acceso a la oficina a no recuerdo quién). Entre medias firmé mi carta de salida y un documento por el que juraba y perjuraba que no me quedaba con nada de la casa : materiales o elementos que supuestamente había ido devolviendo como ya he dicho. Finalmente recogía y firmaba el finiquito.

Recuerdo la tarde del 24 de septiembre cuando, ya devueltas las tarjetas de acceso como paso final, salí de las oficinas de AC e hice girar por última vez como empleado los tornos de acceso en el vestíbulo de la Torre Picasso. No puedo decir que no sentí nada, sería mentira. Es inevitable controlar esa emoción de nostalgia y nerviosismo que comienza a crearse en tu pecho. Era poco antes de las 19h y abandonaba casi diez años de carrera profesional. Ya a los pies de la Torre, la miré hacia arriba desde la contundente perspectiva de sus aristas casi derrumbándose sobre mí y de alguna forma hice por despedirme de ella (algunos meses más tarde haría una "vuelta a casa" a las oficinas de AC a recibir una presentación de servicios profesionales, pero ya como cliente). No era tristeza, tampoco alegría. Era más bien esa sensación de derrumbe que tenemos cuando finaliza un episodio de intenso estrés y agitación, el efecto de la adrenalina acumulada y la bienvenida a las endorfinas relajantes. Regresé a casa.

Al día siguiente me incorporaba a mi nueva empresa, de la que hablaré en próximas entradas. Tenía intención de tomarme unos días libres para crear una discontinuidad relajante entre AC y lo siguiente, pero mi nuevo jefe me requirió que me incorporara cuanto antes, tenían prisa por tenerme con ellos. Así que no figuré en paro ni siquiera un día. Pero daba igual, existía ilusión renovada. De nuevo me sentí con ganas de acometer mis nuevos proyectos, pero ahora desde el otro lado de la barrera. Ahora yo era parte del archinombrado “cliente”. Ahora serían ellos, los consultores, los que me ofrecerían sus servicios profesionales.

Del proceso de despedida, las entrevistas de salida fueron lo más interesante : por un lado la entrevista oficial con mi mentora, a la que mencioné ya en alguna ocasión. Una entrevista formal en cuanto a que se rellenaba un formulario muy "norteamericanamente" construido; informal porque éramos casi amigos y ella sabía perfectamente lo que me movía a irme.

La otra entrevista de salida, no planificada, surgió cuando fui a despedirme de Mr. Cr. Me propuso que nos reuniéramos para charlar un rato y así lo hice. Acudí a su despacho y hablamos. Tantas horas compartidas, tantas tensiones, tantas alegrías con alguien que, como ya dije, nunca fue mi amigo, pero sí mi jefe con una relación bastante transparente. Y no dejó de sorprenderme Mr. Cr.

Me dijo, además de darme la enhorabuena y considerar que tendría un futuro brillante en mi nueva empresa, que tenía defectos y virtudes como profesional.

Como virtudes me dijo que era una persona muy creativa. Eso me descolocó. E insistió con rotundidad en ello diciéndome que poca gente como yo preparaba unas propuestas de colaboración profesional tan buenas, que aportaba ideas, enfoque, creatividad en definitiva. Necesitó más de nueve años para decírmelo, pero al final lo hizo. Se ve que cuando explicaron lo del refuerzo positivo en clase, ese día él no acudió.

Como defectos me dijo que protegía en exceso a la gente que tenía a mi cargo, que cada vez que surgía un problema extendía mi paraguas sobre ellos y dejaba que toda la mierda, literal, cayera sobre mí. Que de vez en cuando había que dejar que la mierda cayera hacia abajo. Reforzó la idea con el contrapunto de afirmar que esto puede ser considerado una virtud, dado que yo había demostrado saber crear equipo y que conseguía ser líder para mi gente, que me apreciaban y valoraban mi lado humano. Pero, justamente eso, era un punto débil para todo consultor que se precie.

En ese momento recordé ocasiones donde él me había enseñado esto que comentaba, como cuando me echó a los leones en aquel mi quinto cliente, y dejó que la mierda cayera sobre mí y que ni siquiera le salpicara a él. Recordé también que a él la gente no le estimaba, le respetaban y valoraban como profesional por sus méritos, logros y resultados (y yo el primero en reconocerlo como un gran profesional), pero no le tenían cariño (no valdrá como consuelo, pero a mí sí me lo tenían).

En cualquier caso, se mostró conmigo hasta cariñoso, fijaos el término que empleo, cariñoso. No, no nos dimos dos besos de despedida (nunca se lo permitiría el censor que llevaba dentro), pero pude notar que me hablaba con ternura y quizá con un poquito de nostalgia por los tiempos que habíamos pasado juntos.

La verdad es que dejé AC justo en uno de sus momentos de cambio más importantes. El futuro venía cargado de novedades a las que asistí desde fuera : el cambio de nombre (de Andersen Consulting a Accenture, aunque si buscas en Google por el nombre primero te aparece el segundo en la primera entrada), la posterior salida a bolsa, el ver mi nómina en euros, .... De todo ello me he mantenido al corriente más o menos, mantengo contactos, amigos, si bien el negocio en sí queda ya tan desdibujado que prácticamente tendrá poco que ver con el que dejé.

Para terminar, una última consideración sobre AC. Ya comenté en una de las primeras entradas mi balance y mi satisfacción personal con mi paso por esta empresa así como lo verdadero y falso de los tópicos sobre AC. Como contraste con lo que contaré en próximas entradas, cuando ya trabajaba en la nueva empresa, puedo adelantar que si AC fuera una persona, sería sin duda lo que se viene en llamar “todo un caballero” (con todas mis discrepancias incluidas, las cuales ya he comentado ampliamente). Y era un caballero por la profesionalidad, la seriedad, la formalidad y la elegancia en la gestión del negocio y de sus personas, cumpliendo siempre las reglas de juego, las promesas adquiridas, dejando muy claras siempre las cosas, tu situación en la empresa, tu futuro, sabiendo a qué atenerte en todo momento. Una contratación justa y legal, una formación según lo acordado, unas nóminas puntuales, una carrera profesional al alcance, unas subidas salariales insólitas, una despedida cordial, un finiquito impecable. Esto no lo encontraría en mi nueva empresa y, sinceramente, me haría echar de menos a AC en estos aspectos. Echaría igualmente de menos el trato con compañeros de trabajo profesionales, serios, solventes y, muy importante, muy bien preparados y con mucho nivel profesional. No sería siempre así en mi nueva empresa. Pero de eso ya hablaré.

Como una prueba más de seriedad profesional, contar que más o menos un año después de dejar AC me llamaron a casa de su departamento de administración para confirmar el número de cuenta bancaria por si el último que ellos tenían en su poder había cambiado. Les pregunté la razón y me dijeron que en los próximos días me harían un ingreso correspondiente al importe de las eUnits que me correspondían una vez liquidadas. Sinceramente yo ya había renunciado a ellas, pensé que al ser una iniciativa interna no recogida contractualmente las había perdido con mi marcha. Pero no, siguiendo el plan de liquidación de eUnits y previo a la salida a bolsa (donde las eUnits creo que se convirtieron en acciones para los empleados) las liquidaron a todos los ex empleados. Y así fue. A los pocos días me ingresaron la cantidad prevista, que no recuerdo bien, pero como unas trescientas mil pesetillas de la época, que no son nada despreciables.

(No recuerdo ahora si comenté lo que eran las eUnits : eran acciones internas para los empleados asignadas en función de su desempeño y evaluación, parecido a stock options pero sin correlación real con acciones de la compañía, dado que en aquel momento todavía no había salido a bolsa. Estas units se liquidaban en un periodo de varios años de forma que "cobrabas" units recibidas un año varios años después-lo explican mejor en la pág. 9 de este documento-. No dejaba de ser un plan de fidelización para los mejores clientes de AC : sus empleados. Pero en ningún momento eran un concepto consolidable en tu contrato ni en tu salario. Su cotización estaba asociada a unos fondos de inversión de capital riesgo de la firma dedicados a invertir en empresas de lo que ya entonces se denominaba la "eEconomy", expresamente creados para esto).

Me viene a la cabeza otra característica de AC que lo diferenciaba de muchas otras empresas. No ser rencoroso. He visto muchos casos de personas que se han ido de AC voluntariamente y han vuelto un tiempo después siendo reincorporados de la mejor forma posible, en muchos casos al puesto y categoría que ocupaban antes e incluso a más si la experiencia acumulada durante ese tiempo fuera de AC es valorable y merecedora de reconocimiento. Recuerdo un gerente que se fue a un puesto "chollo" y a los dos días volvío (no era tal "chollo") como el hijo pródigo a AC, llamó a la puerta y no sólo le abrieron sino que volvió donde dos días antes estaba, como si no hubiera pasado nada. Otra cosa es el caso de gente que se marcha voluntariamente pero existe también una voluntad de que se vaya por parte de AC, o bien gente que directamente es invitada a abandonar la firma, o gente que se va dando un portazo y poniendo boca abajo las papeleras (en sentido metafórico, claro) con resentimiento e inquina.

Como despedida, mi mentora me organizó una cena un mes más tarde donde me reuní con mis compañeros más cercanos de AC y, a cuenta de la empresa, disfrutamos de una comida y unos vinos más que notables. También me hicieron entrega de un regalo por parte de la empresa, una escultura de bronce que forma parte de mi salón y de mi vida desde hace ya 8 años. Poco después mi último jefe, Mr. Whopper, también quiso darme una comida de despedida, esta vez con el equipo de AC de mi sexto cliente, y también dimos buena cuenta de las viandas y los caldos en el que era uno de mis restaurantes favoritos y que ya desapareció.

Pues hasta aquí llegó el consultor. A partir de ahora una nueva jungla (mucho más peligrosa) le espera a este incipiente director de sistemas en una empresa de nuevo cuño. Y el refrán "otro vendrá que a mí bueno me hará" se hizo cierto. Pero todo eso lo contaré en próximas entradas.

viernes, 14 de noviembre de 2008

32 - Últimas asignaciones en AC

Como ya comenté en la entrada anterior, para completar mi cargable, aparte de atender a mi sexto cliente, realizaba actividades complementarias : promoción, propuestas, administración de jobs, recruiting, etc. De todas ellas, quiero comentar dos, por el buen recuerdo que guardo de ellas.

El viaje a Israel

Fueron tres días, pero intensos. Este viaje me surgió porque Mr. Cr era reacio a viajar y menos si había que hablar en inglés, así que me endosó “su marrón”, lo que para mí fue un viaje muy interesante. Era una colaboración entre AC y otra empresa portuguesa para hacer una presentación de una propuesta de colaboración profesional con un cliente israelí que gestionaba supermercados en el país (la mayor cadena de supermercados en Israel y cuyo nombre coincide con una cadena en España). Como en ese momento no había oficina de AC en ese país, la responsabilidad de hacer negocio allí recaía en España. (En 2002 se abrió la oficina de AC en Israel, dependiendo de AC España y cuya apertura fue liderada por un conocido socio que tenía mucho en común con este país).

La propuesta era implantar un ERP específico para la gestión del negocio junto con la creación de una solución marketplace B2B (aprovisionamiento), según recuerdo vagamente. Para ello tuve, en primer lugar, que preparar la parte de la propuesta que aportaba AC, en inglés (y planteando la posible necesidad de traducirla a hebreo mediante nuestro departamento de traducción), empapándome previamente del producto, de nuestras capacidades para implantarlo (teníamos un centro de desarrollo en Inglaterra especializado en este ERP), todo ello en colaboración con la empresa con la que nos presentábamos ante los israelitas, una empresa portuguesa. Así que fueron varias semanas de preparación intensa, hablando con Portugal, con Inglaterra, con Mr. Cr. y preparando el viaje a Israel. Todo muy interesante, la verdad. La voz cantante la llevaban los portugueses, que eran los que sabían de verdad (aunque oficialmente yo era todo un gurú sobre el tema, claro). Nosotros aportábamos la solidez de una marca de prestigio de cara a una futura implantación del ERP, junto con nuestra infraestructura, know-how, best practices, bla, bla, bla.

Así que un 23 de septiembre de 2000 viajaba a Tel Aviv : para empezar, ese día era sábado, porque al día siguiente, domingo, teníamos la primera reunión de trabajo con el cliente (sí, sí, los judíos trabajan en domingo). Para seguir, entrar en Israel resultó complicado, pero no imposible. Ya estaba acostumbrado a las colas de inmigración para entrar en USA, con el policía de turno preguntándote el motivo de tu viaje a los USA, donde nunca debías decir que era para trabajar porque entonces no entrabas en el país, sino para recibir formación. Pues comparado con la entrada en Israel, lo de los norteamericanos era un juego. Las colas en Tel Aviv eran mucho mayores, los tiempos de espera también, la entrevista (interrogatorio) en Barajas para facturar y al entrar en el país mucho más dura. Mientras esperaba en la cola, veía a los israelitas entrando sin esperas en su país, pasando su mano por un lector de huella digital. Me llamó la atención que me preguntaran si quería que me sellaran el pasaporte, puesto que si tenía pensado viajar a países árabes podía tener dificultades en el futuro. Les dije que sí, que quería el sello. Y sonó el estampado.

Ya en el hotel, en la planta novena del Sheraton, frente al mar Mediterráneo, una vez superada la difícil prueba para entrar en este país, la noche de Tel Aviv me recibió con calidez. Tengo un recuerdo bonito del país, gente muy amable, atentos, buen servicio en los restaurantes aunque caros, buen clima paseando junto al mar. Esa misma noche me encontré con mi colega portugués por primera vez en el hall del hotel, un profesional de mediana consultora con muchas horas de vuelo a sus espaldas y esa tranquilidad desapasionada de quien ya ha hecho lo mismo muchas otras veces y a sus casi 50 años pocos le van a enseñar algo (sobre todo porque no se deja).

Al día siguiente tuvimos nuestra primera reunión con el cliente. Dentro del país íbamos de la mano de un conocido fabricante de software (en Israel para hacer negocios tienes que ir con padrino), uno de cuyos empleados nos recogió al portugués (le llamo "el portugués" porque no recuerdo su nombre) y a mí en la puerta del hotel. Camino al cliente nos contó que era oficial del ejército, de alto rango pero actualmente con destino civil, nos habló de la dedicación al ejército que realizaban todos los años y hasta me recordó, siendo yo español, cuando los Reyes Católicos expulsaron a su pueblo en 1492 (a lo cual yo hice un breve comentario conciliador). La reunión con el cliente era la previa a la de presentación de nuestros servicios, para ultimar detalles. Tras ésta, fijamos otra al día siguiente previa a la reunión formal con las altas esferas. Y fue en esa segunda reunión previa cuando, hablando con el responsable de sistemas de la cadena de supermercados, se llegó a la conclusión de que nuestro enfoque era incorrecto (en realidad ellos habían cambiado el suyo de un día para otro) y que, por tanto, la reunión de presentación de nuestra solución era innecesaria. El portugués y yo nos miramos con cara de no entender qué había pasado. Lo que había pasado era que habían cambiado la estrategia y no nos habían avisado. Nos habíamos plantado en Israel para nada, básicamente. Bueno, para nada no, para conocer Tel Aviv, que no es poco.

Esa misma noche nos fuimos a cenar juntos el portugués y yo y, tras la cena, nos recorrimos la zona de “pecado” de Tel Aviv, repleta de garitos de dudosa reputación, bares, mucha gente joven disfrutando de la noche : una mezcla entre el barrio de Huertas en Madrid y el “Red Light District” de Ámsterdam. No recuerdo cómo llegamos a esa zona, pero me parece que mi compañero sabía bien a dónde íbamos. En cualquier caso no pecamos, salvo algunas copas y quizá pequeños pecadillos de pensamiento.

Al día siguiente me dediqué a hacer turismo por la ciudad. Hablé con Mr. Cr. y le conté lo ocurrido y él me conminó a que regresara ese mismo día. Le dije que era imposible porque no había vuelos (de hecho el vuelo de ida lo había hecho en business porque no había otra opción, pagaba AC claro), aunque en realidad ni siquiera lo intenté. No iba a dejar que me fastidiara mi día de turismo, y más teniendo en cuenta que había trabajado en domingo.

Tel Aviv me resultó intrigante, una mezcla de modernidad y tradición, de cosmopolita y provinciano. Junto a los rascacielos alargados y las limusinas, me adentré en barrios populares donde la gente en vez de hablar gritaba. Hice una incursión en un mercado de abastos (Carmel) donde el nivel de ruido incumplía cualquier normativa de contaminación acústica, pero que resultaba agradable, paseando entre los puestos de fruta, carne y pescado, alcanzando casi una sinestesia entre olores, colores y sonidos. También comprobé que los niveles de seguridad son elevados y estrictos. Al entrar en un centro comercial (Dizengoff, creo) un policía me registró la mochila, y lo hacía con todos los que entraban.

Por la tarde quedé con el portugués en facturar las maletas para agilizar la salida del país al día siguiente. En Israel te recomiendan facturar tus maletas en la misma ciudad y conseguir la tarjeta de embarque el día de antes para evitar las 4 horas de cola de espera en el aeropuerto (es el “Advance Check-in Service). Así que cogimos nuestras maletas y en un taxi fuimos a la estación de tren, sitio donde se facturaban. Una vez allí, dos policías, un chico y una chica muy jóvenes, nos separaron y nos interrogaron profusamente. A mi me tocó el chico y recuerdo que su inglés era nítido y claro, y el trato amabilísimo, siempre con una sonrisa y siempre con mucha corrección. Me preguntó de todo : cuántos días había estado, qué había hecho, a quién había tratado y conocido, dónde había cenado, quién había hecho la maleta que llevaba, ...... Cuando ya parecía que había acabado el interrogatorio, me pidió que le acreditara todo lo que le había contado con algún papel, algún documento que diera veracidad a mis respuestas. Le dije que no tenía ningún documento, salvo el pasaporte y el billete de avión. La reserva del hotel, las tarjetas de visita del cliente, la documentación de trabajo, todo, lo había dejado en el hotel. Entonces me contestó que, si no podía dar veracidad a mis respuestas previas, no podía facturar mis maletas y que al día siguiente fuera al aeropuerto 4 horas antes para repetir el proceso. Miré al portugués que tenía una cara parecida a la mía, mientras la chica le negaba con la cabeza. Al rato la chica se acercó a su compañero y le dijo algo en hebreo y le dio un papel. Seguidamente el chico me preguntó si yo tenía en mi poder un papel como ése, y me enseñó una carta en hebreo que la empresa fabricante de software nos había dado. Le dije que sí, que lo tenía en el hotel. En dos segundos cogieron nuestras maletas y las facturaron. Se despidieron con una sonrisa y continuaron con los siguientes en la cola. Lo destacable del asunto es que bastó con mi palabra en esa respuesta para que me permitieran facturar, y no me hicieron volver al hotel para regresar con la cartita. Curioso el poder de una carta.


No le había dado ninguna importancia a esa carta. Nos la dieron cuando nos despedimos (supongo que precisamente para que le diéramos uso para agilizar nuestro regreso) pero no nos contaron lo importante que era. Estaba escrita en hebreo y no tenía ni idea de lo que decía. Pero sea lo que sea que contara, nos había facilitado enormemente los trámites para salir del país. Mi colega portugués la llevaba encima y se la había enseñado a su interrogadora y ésa fue la clave de nuestro éxito, una carta firmada por una empresa israelita que acreditaba que habíamos hecho lo que nosotros decíamos. Todavía guardo la carta, y en algún momento pensé hasta en enmarcarla.

Actividades de "recruiting"

Ya llevaba un par de años colaborando con el departamento de selección de personal (al igual que muchos otros gerentes) liderado en aquel momento por Margarita García para realizar entrevistas de selección de candidatos, en el paso final para su incorporación a AC, las mismas entrevistas que me hicieron a mí dos gerentes cuando optaba a formar parte de la plantilla, allá por finales de 1991.

Estas entrevistas me producían satisfacción, me gustaba hacerlas. Eran un reencuentro con ese joven recién titulado que había sido yo casi una década antes. Aunque los tiempos habían cambiado mucho (ya no se imprimían los proyectos fin de carrera en impresora matricial sino en láser y enviar un correo electrónico era tan habitual como descolgar un teléfono, móvil, por supuesto) y se notaba que los candidatos te hablaban desde otros puntos de vista, manejando mucha más información, más conceptos y nuevos enfoques, los entrevistados en el fondo eran igual que yo cuando estuve sentado donde ahora estaban ellos. Y yo era un gerente al que probablemente miraban como si fuera alguien importante en la empresa (¡qué ingenuos!).

Reconozco que mis entrevistas eran complicadas, planteando situaciones y haciendo preguntas que a veces los dejaba descolocados. Según las características del candidato, podía aumentar la presión en la entrevista (a los listillos y los vanidosos los ataba más corto). También me gustaba ver cuál era su idea sobre lo que era ser consultor. Quería asegurarme que entendían bien el tipo de trabajo que se realizaba en esa empresa (alguno venía pensando en aplicar sus conocimientos de regulación automática y servomecanimos) y las oportunidades existentes.

Tengo buenos recuerdos de algunos de mis entrevistados : un chico ingeniero industrial pendiente de proyecto que casi se me echa a llorar cuando me explicaba que había acabado los estudios al tiempo que trabajaba porque era el único ingreso en su casa desde que su madre enviudara cuando él todavía estaba en el instituto; el de un presuntuoso multilicenciado (me repitió varias veces que tenía 3 carreras -por un año más te dan 2 títulos adicionales-), que poco menos que tenía claro que en cuanto entrara a trabajar iba a redefinir los modelos de negocio y los planes estratégicos de las "bluechips" del IBEX-35; un corredor de atletismo del equipo olímpico muy conocido que al mismo tiempo que medallista olímpico en Sidney pretendía dar uno de sus grandes saltos y hacerse consultor, entre otros. En una ocasión, uno de los entrevistados me envió una tarjeta de agradecimiento por la entrevista que le había hecho en la que había aprendido mucho sobre lo que era la consultoría a pesar de que finalmente había optado por no firmar el contrato (juro que no le quité las ganas, todo lo contrario, cuando hacía las entrevistas el idealismo de los mundos de Yuppie de mis veinticinco años resurgía y así lo transmitía).

Y estas fueron mis últimas asignaciones en AC. Poco a poco se iba fraguando el final en esta empresa, el cual contaré en la próxima entrada : el final en AC.