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sábado, 29 de noviembre de 2008

33 - Y al séptimo descansó : el final en AC.

Fueron seis los clientes en AC, y con cada uno de ellos fui construyendo mi experiencia como consultor. Pero llegó el final.

Como ya he expuesto, llevaba tiempo esperando y buscando la salida de la jaula de oro. Con el quinto cliente toqué fondo y el sexto, sinceramente, contó poco.

Tras las vacaciones de verano, en septiembre de 2000 "la bola echó a andar" e inicié los primeros contactos, las primeras prospecciones, buscando, en definitiva, la puerta de salida.

Y al final encontré la que me permitió abandonar AC. Tras tomar la meditada decisión, comuniqué mi próxima salida de AC a todos los niveles mediante los consabidos Lotus Notes de la época. A algunos les pilló por sorpresa, a otros (más próximos a mí) no. Para AC mi marcha no supuso más que otra más de las que se producían, otro más que alimentaba la rotación de personal tan característica de estas empresas. Dejando los temas importantes cerrados y haciendo el traspaso de poderes a quien correspondiera, las puertas de AC estaban abiertas y yo iba a franquearlas. Tanto ellos como yo sabíamos que mi futuro en AC no estaba garantizado, ni reunía todas las características para ser un elegido para el cielo de los socios ni yo quería reunirlas, sinceramente. Así que si no era ahora en como mucho 3-4 años tendría que irme (¿o no?, pero eso ahora ya da igual claro). Así que me iba ahora. Era mi momento.

En el Lotus Notes (un email, vamos) de despedida titulado “es mi momento” dije cosas como :

“....que "es mi momento" y me toca irme de esta "santa casa"....han sido casi 9 años de "dejarme la piel" y de trabajar, con momentos muy difíciles y momentos muy d.p.m. ( nunca se me olvidarán las "pizzas" en "Los pescateros" o en "Los malteses" a altas horas de la madrugada entre risas y compromiso profesional/personal, o echar los dientes en "Entre aviones y obras de arte" con compañeros excelentes o mi paso por "Los mercaderes no venecianos" donde realmente considero, y perdonad mi arrogancia, creé equipo..... Si de algo les ha valido a los que han trabajado conmigo que yo fuera "el jefe", pues habrá merecido la pena, y a los que me han sufrido, que me perdonen mis ineficiencias/ineficacias,..... los que me conocéis a un nivel personal sabéis cuáles son mis "core values" en esta vida, y buena parte de ellos los he podido encontrar y los he podido poner en práctica en esta empresa a pesar de las dificultades..........lamento no poder disfrutar del nuevo nombre de la firma ni de su futuro inmediato........Y ahora a devolver el portátil, el móvil, a saldar la cuenta de teléfono, a jurar por mi padre que no me quedo con nada de la firma, a hacer el finiquito, a que X (mi mentora) me haga la entrevista de salida ( ve haciéndola ya, no necesitas hablar conmigo para rellenar el formulario, je, je ), a limpiar mi armario, ......“

Eso sí, todo tiene su burocracia : entrevistas de salida, tour departamental para devolver todos los “gadgets” que me disfrazaban de consultor (libros y documentos a Documentación, el portátil y el móvil a Soporte Tecnológico, las “units” de formación -material impreso para formación- que obraran en mi poder a Formación y, finalmente, las tarjetas de acceso a la oficina a no recuerdo quién). Entre medias firmé mi carta de salida y un documento por el que juraba y perjuraba que no me quedaba con nada de la casa : materiales o elementos que supuestamente había ido devolviendo como ya he dicho. Finalmente recogía y firmaba el finiquito.

Recuerdo la tarde del 24 de septiembre cuando, ya devueltas las tarjetas de acceso como paso final, salí de las oficinas de AC e hice girar por última vez como empleado los tornos de acceso en el vestíbulo de la Torre Picasso. No puedo decir que no sentí nada, sería mentira. Es inevitable controlar esa emoción de nostalgia y nerviosismo que comienza a crearse en tu pecho. Era poco antes de las 19h y abandonaba casi diez años de carrera profesional. Ya a los pies de la Torre, la miré hacia arriba desde la contundente perspectiva de sus aristas casi derrumbándose sobre mí y de alguna forma hice por despedirme de ella (algunos meses más tarde haría una "vuelta a casa" a las oficinas de AC a recibir una presentación de servicios profesionales, pero ya como cliente). No era tristeza, tampoco alegría. Era más bien esa sensación de derrumbe que tenemos cuando finaliza un episodio de intenso estrés y agitación, el efecto de la adrenalina acumulada y la bienvenida a las endorfinas relajantes. Regresé a casa.

Al día siguiente me incorporaba a mi nueva empresa, de la que hablaré en próximas entradas. Tenía intención de tomarme unos días libres para crear una discontinuidad relajante entre AC y lo siguiente, pero mi nuevo jefe me requirió que me incorporara cuanto antes, tenían prisa por tenerme con ellos. Así que no figuré en paro ni siquiera un día. Pero daba igual, existía ilusión renovada. De nuevo me sentí con ganas de acometer mis nuevos proyectos, pero ahora desde el otro lado de la barrera. Ahora yo era parte del archinombrado “cliente”. Ahora serían ellos, los consultores, los que me ofrecerían sus servicios profesionales.

Del proceso de despedida, las entrevistas de salida fueron lo más interesante : por un lado la entrevista oficial con mi mentora, a la que mencioné ya en alguna ocasión. Una entrevista formal en cuanto a que se rellenaba un formulario muy "norteamericanamente" construido; informal porque éramos casi amigos y ella sabía perfectamente lo que me movía a irme.

La otra entrevista de salida, no planificada, surgió cuando fui a despedirme de Mr. Cr. Me propuso que nos reuniéramos para charlar un rato y así lo hice. Acudí a su despacho y hablamos. Tantas horas compartidas, tantas tensiones, tantas alegrías con alguien que, como ya dije, nunca fue mi amigo, pero sí mi jefe con una relación bastante transparente. Y no dejó de sorprenderme Mr. Cr.

Me dijo, además de darme la enhorabuena y considerar que tendría un futuro brillante en mi nueva empresa, que tenía defectos y virtudes como profesional.

Como virtudes me dijo que era una persona muy creativa. Eso me descolocó. E insistió con rotundidad en ello diciéndome que poca gente como yo preparaba unas propuestas de colaboración profesional tan buenas, que aportaba ideas, enfoque, creatividad en definitiva. Necesitó más de nueve años para decírmelo, pero al final lo hizo. Se ve que cuando explicaron lo del refuerzo positivo en clase, ese día él no acudió.

Como defectos me dijo que protegía en exceso a la gente que tenía a mi cargo, que cada vez que surgía un problema extendía mi paraguas sobre ellos y dejaba que toda la mierda, literal, cayera sobre mí. Que de vez en cuando había que dejar que la mierda cayera hacia abajo. Reforzó la idea con el contrapunto de afirmar que esto puede ser considerado una virtud, dado que yo había demostrado saber crear equipo y que conseguía ser líder para mi gente, que me apreciaban y valoraban mi lado humano. Pero, justamente eso, era un punto débil para todo consultor que se precie.

En ese momento recordé ocasiones donde él me había enseñado esto que comentaba, como cuando me echó a los leones en aquel mi quinto cliente, y dejó que la mierda cayera sobre mí y que ni siquiera le salpicara a él. Recordé también que a él la gente no le estimaba, le respetaban y valoraban como profesional por sus méritos, logros y resultados (y yo el primero en reconocerlo como un gran profesional), pero no le tenían cariño (no valdrá como consuelo, pero a mí sí me lo tenían).

En cualquier caso, se mostró conmigo hasta cariñoso, fijaos el término que empleo, cariñoso. No, no nos dimos dos besos de despedida (nunca se lo permitiría el censor que llevaba dentro), pero pude notar que me hablaba con ternura y quizá con un poquito de nostalgia por los tiempos que habíamos pasado juntos.

La verdad es que dejé AC justo en uno de sus momentos de cambio más importantes. El futuro venía cargado de novedades a las que asistí desde fuera : el cambio de nombre (de Andersen Consulting a Accenture, aunque si buscas en Google por el nombre primero te aparece el segundo en la primera entrada), la posterior salida a bolsa, el ver mi nómina en euros, .... De todo ello me he mantenido al corriente más o menos, mantengo contactos, amigos, si bien el negocio en sí queda ya tan desdibujado que prácticamente tendrá poco que ver con el que dejé.

Para terminar, una última consideración sobre AC. Ya comenté en una de las primeras entradas mi balance y mi satisfacción personal con mi paso por esta empresa así como lo verdadero y falso de los tópicos sobre AC. Como contraste con lo que contaré en próximas entradas, cuando ya trabajaba en la nueva empresa, puedo adelantar que si AC fuera una persona, sería sin duda lo que se viene en llamar “todo un caballero” (con todas mis discrepancias incluidas, las cuales ya he comentado ampliamente). Y era un caballero por la profesionalidad, la seriedad, la formalidad y la elegancia en la gestión del negocio y de sus personas, cumpliendo siempre las reglas de juego, las promesas adquiridas, dejando muy claras siempre las cosas, tu situación en la empresa, tu futuro, sabiendo a qué atenerte en todo momento. Una contratación justa y legal, una formación según lo acordado, unas nóminas puntuales, una carrera profesional al alcance, unas subidas salariales insólitas, una despedida cordial, un finiquito impecable. Esto no lo encontraría en mi nueva empresa y, sinceramente, me haría echar de menos a AC en estos aspectos. Echaría igualmente de menos el trato con compañeros de trabajo profesionales, serios, solventes y, muy importante, muy bien preparados y con mucho nivel profesional. No sería siempre así en mi nueva empresa. Pero de eso ya hablaré.

Como una prueba más de seriedad profesional, contar que más o menos un año después de dejar AC me llamaron a casa de su departamento de administración para confirmar el número de cuenta bancaria por si el último que ellos tenían en su poder había cambiado. Les pregunté la razón y me dijeron que en los próximos días me harían un ingreso correspondiente al importe de las eUnits que me correspondían una vez liquidadas. Sinceramente yo ya había renunciado a ellas, pensé que al ser una iniciativa interna no recogida contractualmente las había perdido con mi marcha. Pero no, siguiendo el plan de liquidación de eUnits y previo a la salida a bolsa (donde las eUnits creo que se convirtieron en acciones para los empleados) las liquidaron a todos los ex empleados. Y así fue. A los pocos días me ingresaron la cantidad prevista, que no recuerdo bien, pero como unas trescientas mil pesetillas de la época, que no son nada despreciables.

(No recuerdo ahora si comenté lo que eran las eUnits : eran acciones internas para los empleados asignadas en función de su desempeño y evaluación, parecido a stock options pero sin correlación real con acciones de la compañía, dado que en aquel momento todavía no había salido a bolsa. Estas units se liquidaban en un periodo de varios años de forma que "cobrabas" units recibidas un año varios años después-lo explican mejor en la pág. 9 de este documento-. No dejaba de ser un plan de fidelización para los mejores clientes de AC : sus empleados. Pero en ningún momento eran un concepto consolidable en tu contrato ni en tu salario. Su cotización estaba asociada a unos fondos de inversión de capital riesgo de la firma dedicados a invertir en empresas de lo que ya entonces se denominaba la "eEconomy", expresamente creados para esto).

Me viene a la cabeza otra característica de AC que lo diferenciaba de muchas otras empresas. No ser rencoroso. He visto muchos casos de personas que se han ido de AC voluntariamente y han vuelto un tiempo después siendo reincorporados de la mejor forma posible, en muchos casos al puesto y categoría que ocupaban antes e incluso a más si la experiencia acumulada durante ese tiempo fuera de AC es valorable y merecedora de reconocimiento. Recuerdo un gerente que se fue a un puesto "chollo" y a los dos días volvío (no era tal "chollo") como el hijo pródigo a AC, llamó a la puerta y no sólo le abrieron sino que volvió donde dos días antes estaba, como si no hubiera pasado nada. Otra cosa es el caso de gente que se marcha voluntariamente pero existe también una voluntad de que se vaya por parte de AC, o bien gente que directamente es invitada a abandonar la firma, o gente que se va dando un portazo y poniendo boca abajo las papeleras (en sentido metafórico, claro) con resentimiento e inquina.

Como despedida, mi mentora me organizó una cena un mes más tarde donde me reuní con mis compañeros más cercanos de AC y, a cuenta de la empresa, disfrutamos de una comida y unos vinos más que notables. También me hicieron entrega de un regalo por parte de la empresa, una escultura de bronce que forma parte de mi salón y de mi vida desde hace ya 8 años. Poco después mi último jefe, Mr. Whopper, también quiso darme una comida de despedida, esta vez con el equipo de AC de mi sexto cliente, y también dimos buena cuenta de las viandas y los caldos en el que era uno de mis restaurantes favoritos y que ya desapareció.

Pues hasta aquí llegó el consultor. A partir de ahora una nueva jungla (mucho más peligrosa) le espera a este incipiente director de sistemas en una empresa de nuevo cuño. Y el refrán "otro vendrá que a mí bueno me hará" se hizo cierto. Pero todo eso lo contaré en próximas entradas.