Mr. Cr.: con importantes responsabilidades ya en aquel tiempo, Mr. Cr supo ganarse el rechazo ( y me atrevería a decir que hasta el odio ) de buena parte de la plantilla del cliente. Pero también supo ganarse la admiración por parte de sus jefes. Para mí era el cabecilla de un equipo de consultores que crecimos con él, con lo bueno y lo malo, pero con él. Mi peor pesadilla en muchos momentos, todo hay que decirlo. Alguien que conforme ascendía de categoría, era cada vez mejor profesional ( de programador normalito a buen Jefe de Equipo y mejor Gerente, desde el punto de vista de la firma ). Mr. Cr ha sabido llegar muy alto ( fiel al lema de la firma, el límite lo pones tú mismo ), probablemente impelido por una enorme ambición profesional ( lo cual no es malo en sí mismo ). Una persona de la que no me sentí amigo en ningún momento ( tampoco enemigo ), pero con el que la relación profesional era seria, sostenida, respetuosa y a veces tensa. De él siempre admiré entre otras cosas su capacidad para obtener una visión de conjunto de los proyectos, los clientes y las situaciones. Esa capacidad para visualizar el “big picture” en cada momento le permitía aplicar el enfoque adecuado en las propuestas, en los proyectos y en la relación con el cliente ( la imagen que mejor representa esto es que vamos por un sendero sinuoso, los que volamos bajo o sólo andamos - o nos arrastramos - vamos descubriendo poco a poco el sendero y la siguiente curva que nos aparece o la próxima piedra que tenemos que rebasar la vemos poco antes de encontrarnos con ellas; los que vuelan más alto son capaces de separarse del suelo y ver desde lo alto el camino por el que avanzamos, viendo las curvas y los obstáculos con suficiente antelación para prepararse mejor para caminar con éxito ). Supongo que en buena parte por ello ahora se encuentra tan alto, y también porque ha generado altísimos ingresos ( “revenues” ) para la firma, y, al fin y al cabo, de eso se trata. El secreto de su éxito está relacionado también con el hecho de haber sabido rodearse siempre de un buen equipo que sacara el trabajo adelante con solvencia y eficacia, y haber sabido tirar de ese equipo hacia arriba, todos juntitos, como una mini-pirámide dentro de la gran pirámide de la empresa : si yo subo, tú subes ( pero sólo si me ayudas a subir haciendo bien tu trabajo ). En ese sentido la relación fue siempre honesta. Los que lo conocíamos y trabajábamos con él sabíamos que el suyo era un modelo de progresión profesional ( aunque había otras vías ) a seguir si querías ser una estrella en la firma. Otra cosa es que uno estuviera dispuesto a ello, porque, además de las mieles del triunfo, también tienen lugar daños colaterales en ocasiones irreversibles.
La segunda persona lo llamaré Mr. π, quien era mi jefe en ese momento ( y continuó siéndolo muchos años, si bien esa palabra no encajaba muy bien con su forma de ser ) y hoy en día continúa siendo mi amigo, quien me invitó a mi primera cerveza socioprofesional, con quien la química y el entendimiento en cuestiones intelectuales fue desde el principio muy buena, a quien supe valorar y quien me valoró y con quien poco a poco fui intimando y fui testigo ( he sido y lo sigo siendo, y espero seguir siéndolo ) de muchos hitos de su vida personal. Siempre hablando muy rápido ( algunos compañeros le tenían que tirar de las riendas porque no eran capaces de seguirle mentalmente, pensaba más rápido que todos nosotros ), siempre con comentarios ingeniosos para hacernos reír, un remero que continuaba programando en clipper si hacía falta aunque ya fuera gerente, alguien, en definitiva, que, en mi opinión y en la de muchos que trabajaron con él, supo crear escuela, como pocos, rompiendo muchos tópicos existentes en ese momento sobre la relaciones interpersonales entre los miembros del equipo de trabajo, sobre la batalla contra el “overtime” cultural, sobre el equilibrio entre la vida personal y la laboral pero sin renunciar al compromiso por el trabajo bien hecho, siendo cercano, accesible y familiar en todo momento. Esa escuela que creó traté yo de continuarla en mis equipos de trabajo. Lo notas cuando ves que la gente trabaja contenta, comprometida con el proyecto, echando las horas que se necesiten, y ves que lo hacen porque eres tú el que los diriges, porque te aprecian profesional y personalmente, porque saben que te remangarás con ellos cuando sea necesario, porque ven que no los miras con displicencia, sino que eres uno más con ellos. De él aprendieron muchos que ahora son importantes gestores de equipos y que, estoy seguro, consiguen que el trabajo sea algo un poco más placentero incluso en momentos difíciles. Lo recuerdo bajándose de la moto, con traje gris, camisa blanca y corbata verde, casco en mano, colocándose el flequillo (¡!).
Finalmente, Mrs.T. , vivo ejemplo de alguien que quiere salir de la “jaula de oro” pero nunca lo consigue. En varias ocasiones lo intentó, pero, abducida de nuevo, volvía a la jaula a seguir desempeñando su labor. Prácticamente nunca llegó a disfrutar de la jornada reducida que le reconocía la ley, probablemente por ser víctima de su propia autoexigencia y profesionalidad. Siempre intentó reducir la máquina, conciliar su vida personal con la laboral, incluso en una ocasión casi firmó la dimisión. Pero no lo ha conseguido. Se pasó de la práctica al departamento de RRHH de la empresa en un intento de reducir la presión laboral, pero, una vez más no lo ha conseguido, y, además, cada vez volando más alto, con más responsabilidad y la misma dedicación. Deseo que le haya merecido la pena, después de todo. Una persona muy inteligente y dispuesta, la primera que empezó a enseñarme lo que era ese mundo en el que me aventuraba. La recuerdo conduciendo su pequeño coche blanco a toda mecha por la Castellana cuando salíamos de trabajar y nos dejaba en el metro de Ríos Rosas.
Cuando recuerdo estos años me vienen imágenes de situaciones vividas : revisar junto con Mrs. T. los resultados de la conversión de datos durante la puesta en marcha del nuevo sistema hasta bien entrada la noche, mis peleas con el “debugger” para depurar el código fuente de mis programas y teniendo cuando lo necesitaba a Mr. π sentado a mi lado, mi primera caña con un compañero de trabajo en la calle Santa Engracia donde pude empezar a convivir socialmente con ese nuevo mundo que me envolvía, las largas noches prolongadas en mi casa los primeros seis meses en AC para finalizar los planos y los presupuestos de mi proyecto fin de carrera ( que finalmente presenté en Junio del 92 ), mis primeras y horrorosas corbatas que aún conservo a modo testimonial ( en concreto la primera podría camuflarse perfectamente en las paredes pintadas de la sala más barroca del Palacio de Versalles ), las noches de verano en el Paseo del Prado cuando salía de trabajar y esperaba el autobús que me llevaba a casa ( y veía gente paseando feliz y relajada y yo ya empezaba a barruntar que me estaba perdiendo algo mientras prosperaba ), y tantas más.
Para finalizar, sobre este mi primer cliente, comentar que aprendí cosas de menor importancia pero en ocasiones cruciales, como la importancia de revisar las papeleras para contrarrestar un ataque en una reunión con el cliente, o lo relevante que es manejar bien la relación política con los puestos clave de la empresa cliente y tener bien claro quién es el comprador técnico, quién el comprador económico y quién el comprador político. También cómo puede llegar a interferir tu vida personal ( y tus relaciones personales ) con la relación con el cliente, sobre todo si inicias una relación afectiva con algún empleado que trabaja en la empresa para la que trabajas, relación que genera susceptibilidades entre las altas esferas por miedo al tráfico de información importante que pudiera producirse y que, por tener esa relación, tus jefes te imponen una pena que has de cumplir ( congelación de carrera un año ) irremediablemente. ( No hablo de mi, que conste ).
También fue en este cliente donde me ofrecieron el primer fichaje para quedarme trabajando con ellos, como suele ocurrir al finalizar un gran proyecto : el cliente siempre quiere fichar a algún consultor para que continúe como responsable de la solución que ellos ( los consultores ) han puesto en marcha en la empresa ( quién mejor que alguien que se ha batido el cobre y se ha dejado la piel en ello ). Pero dije que no. Todavía era muy pronto y tenía muchos peldaños por delante. De todas formas, siempre quedé agradecido a Pepe por su ofrecimiento y su confianza y afecto hacia ese joven consultor, o sea, yo en aquel tiempo.
Cuando salí de este cliente ( sólo regresé muy puntualmente en una ocasión años después, para ayudarles a preparar un propuesta de servicios profesionales en inglés para un concurso al que se presentaban, con afán de diversificar su negocio. Creo recordar que, al final, no se lo concedieron ) ya era Semisenior y había aumentado mi sueldo más de un 50%. Ya podía dejar de vivir en piso compartido, y me mudé a vivir de alquiler sólo a un apartamento y hasta me compré mi primer coche ( de segunda mano, eso sí ). Recuerdo que, por las mañanas, al despertarme, con los ojos legañosos podía ver al fondo, por el ventanal del salón, la parte superior de la Torre Picasso, y mis primeros pensamientos siempre iban dedicados a ella mientras me desperezaba ( que cada uno lo interprete como lo entienda ).